¿Cómo comenzar con esta difícil tarea de escribir sobre la muerte? Es importante ponerse a escarbar los dolores más profundos que ocultamos la mayoría del tiempo para poder seguir con nuestra vida.
Mi abuela y mi abuelo, mis seres no tangibles más amados, eso son ahora.
Aparecen en mis sueños y les lloro en el temor de que alguna noche ya no estén ahí, un temor diferente al que me invadía cuando los tenía en vida a mi lado. Sí, el saber que algún día no estarían era un miedo constante que ignoraba, pero ahora el temor de una doble ausencia se hace más difícil de sobrellevar.
Mi abuela Blanca Luz, creo que aún puedo olerla. Sus perfumes, su jabón de ropa, sus cremas para la cara, su esencia olfateable que está presente hasta en el olor a moho de las fotos viejas que ella guardaba, y que ahora yo atesoro.
Mi abuelo Aníbal, aún puedo percibir su silencio al caminar, la inverosímil flotabilidad de su presencia.
¿Qué conservo? Sus fotos, sus ropas, sus joyas, sus binoculares y cachivaches para ir de campamento. ¿Qué olvido? Al parecer nada, ni siquiera ese día que me dijeron que sus vidas se estaban disolviendo con su muerte.
Mis abuelos hablaban con los pájaros, tal vez como muchas personas de su edad, ahora soy yo la que habla con los animales, como un vicio heredado por obligación sin necesidad de una firma en un testamento.
Las manos de mi abuela y el bigote de mi abuelo son perceptibles en su eterna ausencia. Sus manos de mujer me abrazan, acomodan mi cabeza sobre su hombro y me acarician el cabello. Su bigote de hombre, blanco por las canas, me raspa los cachetes cuando lo abrazo.
¿Y los sabores? ¿Qué sabores atesoro? Los del sancocho de los sábados, los miles de postres, el ají y el chucrut. Gracias manos artesanas de ambos, que desarrollaron mi sentido del gusto.
Ahora solo parafraseo por su ausencia, por el dolor de construir algo más tangible que describa su vida pasajera. Escribir sobre la muerte, es inevitablemente revivir dolores pasados e intentar sanar con las palabras que te hacen sentir el recuerdo de la ausencia.
Sobre la autora:
Elisa Lotero Velásquez, colombiana residente de la Ciudad de México, nacida en Medellín (1991). Bióloga apasionada, con una maestría en curso sobre el manejo integral de ecosistemas, perteneciente al Laboratorio de Etnobotánica Ecológica del Jardín Botánico del Instituto de Biología UNAM. Su trabajo investigativo se ha centrado en el uso y manejo de los recursos naturales por parte de las comunidades rurales, campesinas e indígenas. Está convencida que la defensa del territorio es fundamental para el crecimiento de la sociedad. Sus experiencias laborales y personales se centran en el ámbito de la educación. Feminista declarada desde que se hizo consciente de su posición como mujer y simpatizante de un grupo en la actualidad.
Me llevo a mis propios recuerdos sobre mi abuela y toda esa generación que Enrique oí la vida. Con sus o,ores sabores, colores y mil juegos corporales
Querida Elisa, te mando un abrazo. Gracias por compartirnos tu texto.