Cada 25 de octubre

Abre el libro el libro rojo. La foto de todos, menos la mía.

Un diente de león brilla en el sol. Suspira en verde eternidad y partida de defunción, que se cae al suelo.

Ruedan recuerdos de casas y pisos, plantas y cementerios, ausencias y asfaltos, rutas y ríos. Esquina rota. Mi madre, mis hermanas lloran, pero mi padre no puede. Yo vivo y los miro.

Su dolor no es mío, ni ese plato que sobra en la mesa. Ese que mi padre revolea una tarde y me cuentan: yo tuve un hermano un día, y otro día hubo un accidente.

No puede haber recuerdo propio, pero sí una frazada vieja y borrosa, calentita igual, que nos abraza a todxs mirando la tele un domingo, en la cama grande, juntos. Acurrucados para espantar la pobreza, los males, el dolor. Pero más aún, para armarnos desesperadamente familia.

Idiota, busco otros libros, para seguir escribiendo retratos nuestros. Y también busco otros niños, para recuperar al suyo. Pero no, ese libro rojo siempre será inconclusa herencia.
Ni nunca. Ni en mil años, un niño encontrado será el niño que murió. Ni yo pude ser su niño.

Quisiera saber revocar sus agujeros con este hilo de diente de león. Sin embargo, vuelo lejos, con los pájaros y las nubes y también escucho, aunque parezca una locura, su risa que vibra y colorea todo, como el vuelo de esta mariposa que va a mi lado.


Sobre la autora:
Verónica Giménez Canasso. Tengo casi 40 años. Soy de muchos lugares. Actualmente vivo con mi compa en un pueblo que se llama San Vicente, en el centro de la Provincia de Misiones, Argentina. Trabajo hace mucho de maestra y de acompañante terapéutica. Mi mamá y mis hermanas me acercaron al feminismo, en su lucha contra la violencia de género (le decían doméstica) en los noventa, en Uruguay. Me encanta leer, hacer cosas con lápices, pinceles, arcilla, metal… y cuando se puede, con personas.

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