Año nuevo

Los siguientes relatos breves son ejercicios creativos inspirados en el cuento homónimo de la escritora sinaloense Inés Arredondo.


Estaba sola. Al pasar, en una estación del metro de París vi que daban las doce de la noche. Me sentía muy angustiada por nuestro porvenir. Las lágrimas empezaron a brotar sin poder contenerlas.

Me miraba un niño somnoliento que extendió sus manos para jugar con mi cabello. Sus padres rápidamente lo reprendieron, y cuando lograron desenredar sus manitas de la maraña, él lleno de curiosidad me preguntó: «¿También te han hecho caminar demasiado hoy?». «Sí», respondí, «También he tenido que andar una larga distancia».


Arlene


Estaba sola. Al pasar, en una estación del metro de Chabacano vi que daban las doce de la noche. Era muy desgraciada por otras cosas. Las lágrimas comenzaron a correr, silenciosas.

Me miraba con sus tristes y vacíos ojos, sin embargo, no pude sostenerle la mirada por mucho tiempo. La sentí en la nuca durante todo el trayecto. Comencé a oír sus carcajadas y el miedo me paralizó de nuevo, hasta que decidí volver la vista, pero ella ya no estaba ahí. Como siempre, era el fantasma de mi madre.

Jackeline


Estaba sola. Al pasar, en una estación del metro de Medellín vi que daban las doce de la noche. Era muy desgraciada por otras cosas. Las lágrimas comenzaron a correr, silenciosas.

De pronto esa persona se hizo presente, me miraba con sus ojos claros, su piel canela y su pelo rizado. Yo lloraba sin poder disimular, queriéndole preguntar “¿Por qué justo hoy? ¿Por qué mientras estoy en este lugar sin amparo y vulnerable, llena de lágrimas?” Bajo la mirada mientras grito que no es justo, y al levantarla le busco con los ojos, me encuentro sola de nuevo mientras una voz llena de falsedad anuncia que he llegado a mi estación de destino. Próxima estación: Poblado.

Elisa


Estoy sola con las piernas recogidas en el filo del asiento de enfrente, mientras un vagón naranja pasa en ráfaga en sentido contrario voy haciendo el recuento del año: las cosas buenas y las cosas malas. Tururú. Próximo arribo a la estación Hidalgo. Sin querer, las lágrimas comienzan a correr, silenciosas.

Me mira con una mueca tierna y retorcida. El cristal me devuelve una imagen, soy yo, mientras el convoy cruza el oscuro túnel.

Anilú


Estaba sola. Al pasar, en una estación del metro Zócalo, en el Distrito Federal. Vi que daban las doce de la noche. Era muy desgraciada por otras cosas. Las lágrimas comenzaron a correr, silenciosas.

Miraba detenidamente la piel morena de mis manos y la trayectoria de los diminutos océanos escurriendo hasta tocar el suelo. Mi mano resbaladiza se desprendió del tubo que me unía a la tierra. Un jalón repentino que anunciaba la próxima parada me hizo perder el equilibrio.

Una mano varonil, obscura como la tierra, dibujada con venas gruesas y delineada con bellos negros me tomó de la muñeca. No sentí su presencia, mis huesos se helaron de la fuerza con la que me sujetaba.

La tristeza se apropió de mis recuerdos, las imágenes llegaron como una película antigua y bajé la guardia. Habitar la gran ciudad me había dotado de un sexto sentido de supervivencia. Mis radares estaban activos, como una lechuza al asecho de su presa. Fue esa intuición que desarrolló ojos en mi espalda y oídos en mis pies.

Las puertas se abrieron de nuevo, intenté soltarme con fuerza, pero su mano helada no me dejó moverme más.

Cynthia


Estaba sola. Al pasar, en una estación del metro de San Francisco. Vi que daban las doce de la noche. Era muy desgraciada por otras cosas. Las lágrimas comenzaron a correr, silenciosas.

Me miraba… en el reflejo de la ventana. Casi desconozco mi semblante. No por los estragos del tiempo, sino por mi cobardía al dejarlo pasar sin hacer nada al respecto. Sin luchar por mis sueños. Me decepcionó lo que vi. Hace cinco años en este tren prometí volver victoriosa. Y hoy, solo cargo con mis lágrimas y una maleta.

Sequé mi rostro. Peiné mis cabellos. Saqué el vestido que no me atreví a portar ese día. Me lo puse sobre la camisa y los jeans. Las campanadas de Año Nuevo sonaban. Esbocé una leve sonrisa. Aún no estoy del todo en esa versión que deseé, pero la encontraré este año.

El tren se detiene. Las puertas se abren y yo decido cambiar de destino.
Nueva parada: Tiburón.

 Yediht Cazarín

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