Todos los días elegimos.
Levantarnos de la cama,
ir a trabajar,
comer o sólo beber café,
la ruta a tomar y la velocidad a cuál ir.
La vida está compuesta por constantes elecciones,
incluso, seguir viviéndola es una de ellas.
Pero todo cambia cuando esa elección se trata de nosotras.
Nos atrapa el miedo apabullante de no ser elegidas por alguien,
para amar
para follar
para trabajar
para bailar.
Elígete a ti misma, dicen.
Perdón.
Pensé que ya lo hacía.
He seguido los consejos,
me asumí feminista,
me independicé
y hasta fui a terapia.
Me elijo cuando decido la temperatura del agua al bañarme,
cuando sintonizo mi canción favorita,
cuando miro al cielo buscando formas en las nubes.
Me elijo.
Te lo juro.
Entonces, ¿por qué no parece suficiente?
Supongo,
que ser elegida implica que alguien me legitime,
me confirme,
me valide,
reconozca que existo.
¡Qué cabrón!
En este mundo misógino que se empeña en negar nuestra existencia
cuando nos matan,
nos desaparecen,
nos violan.
Yo quiero existir ante los ojos del otro,
escucharle decir mi nombre
y ser buscada por sus manos.
Quiero ser una elección.
No sientas pena, ya no la siento.
Aunque esto duela, sé que a todas nos atraviesa.
Así que no queda más que seguir eligiéndonos cada día,
reinventando las formas de hacerlo en lo cotidiano y lo extraordinario.
Elegirnos desde y por el placer.
En las risas solitarias y las compartidas,
en las tardes de lluvia,
cuando nos atrevemos a escribir,
a cantar,
a llorar.
Elegirnos.
Siempre.
Sobre la autora: Luisa Fernanda Esparza Frausto (Chihuahua, México, 1985). Feminista. psicóloga y psicoterapeuta. Autora en la antología «El feminismo me jodió la vida (y después me salvó).» Cuando no lee mentes, le gusta escribir.
Felicidades 🎈🎉