Fernanda

Fernanda entra a la cocina sin saludar. Pilar aún no se recupera del portazo que cimbró los vidrios. 

—¿Qué tienes, hija? ¿Por qué esa cara?

—Nada.

—¿Cómo nada? Azotas la puerta y me ignoras. Pasas delante de mí como si no existiera. Además, ¡mírate! tienes la cara tan roja que no dudaría que en cualquier momento te explotara algo de la boca. 

—Le diste al clavo. La boca. -Fernanda la aprieta con fruición-. 

Pilar inclina la cabeza como si buscara algo en el rostro de su hija.

—Es Rodrigo, me quiso besar.

—¿Qué tiene de malo? Es tu novio.

Fernanda recuerda el día que, sentada en las jardineras afuera de la escuela, se dedicó a ver a los chicos pasar hasta que dijo: ese.

—No me gusta.

Pilar alza los hombros y muestra las palmas. 

—¿Por qué lo aceptaste?

—Él sí me gusta, sus besos no. 

—No te entiendo. A Sergio lo cortaste porque le sudaban las manos. De Mario te desagradaba su olor; según tú, no usa desodorante. Estuvo muchas veces aquí, nunca lo percibí. ¿Qué te pasa?

—Es que tú no entiendes, mamá. 

—Intento y me preocupa. En un mes cumples veinticinco, has tenido tres novios y ninguno te satisface. 

Fernanda, que está recargada en el fregadero, se yergue de repente. Sus ojos se fijan en el árbol de nochebuena que está a punto de florecer. Con el índice derecho recorre el contorno de sus labios. Repite el movimiento varias veces.

—Lo normal es que sean las mamás las que no estén conformes con los novios de sus hijas. No es mi caso, los tres han sido buenos chicos. Rodrigo es excelente para ti, profesionista, trabajador, ¿qué más quieres, hija? 

Después de una pausa, continúa. 

—Fernanda, ¿escuchaste algo de lo que dije?

La joven voltea. Su mano derecha sigue en puño con el índice levantado. Aunque está de frente a Pilar, su mirada se encuentra en otro sitio. Unos segundos después sacude la cabeza. Clava los ojos en los de su madre.

—Nadie entiende. 

Intenta alejar el recuerdo. Cierra los ojos y se tapa con las cobijas. Aprieta los dientes, destensa la boca y se da golpecitos en la frente con dos dedos. Nada funciona. La silueta espigada y los rizos de la cabellera de Ishtar ocupan su mente. 

«¿Qué habrá sido de ella?» 

Se levanta de la cama. Busca la caja de metal que guarda al fondo del clóset. Pone en su palma izquierda el corazón de papel pintado de rojo con las letras TQM. Con la derecha repasa la parte levantada y tiesa por las llamas. Fue lo único que recuperó aquella vez que su madre descubrió las cartas de Ishtar. Le decía que la quería, que le gustaba su voz, el color tierra de su piel y su aroma. 

«Hueles a chicle, ¿sabías?» 

No pudo explicar lo que su amiga escribió después. 

«Quisiera masticarte». 

Pilar leyó gesticulando. Como si fuera a vomitar. 

—¿Qué has hecho?  

Fernanda no pudo responder. No había hecho nada. En clase, le gustaba ver la nuca de Ishtar cuando la joven se levantaba el pelo y lo llevaba en chongo sobre la cabeza. Al recordarla, Fernanda adelanta los dedos y acaricia en el aire como si pudiera tocar los cabellos rebeldes que caían en el cuello de su amiga. Compartían el almuerzo en el recreo. Nunca se había reído tanto. A la salida, Ishtar le pedía la mochila. Ella se la entregaba con una sonrisa y las piernas inquietas. Al llegar a casa descubría el regalo: una carta, una paleta, un chicle con un mensaje pegado que decía:

Pilar tomó el bulto de cartas, tarjetas y peluches. Salió al jardín. Levantó la tapa del asador. Las brasas recibieron con un suspiro azul el alma de Ishtar. El fuego en los ojos de su madre le impidió a Fernanda defenderse. Recuperó el corazón de papel antes de que la lumbre lo engullera. Con sus lágrimas secó el borde aún tibio. No regresó al colegio. 

A su fiesta de cumpleaños lleva el vestido que Pilar le regaló. Fue una sorpresa. Cuando su madre insistió en que se lo pusiera, Fernanda se negó. 

—¿Para ir a casa de Karen quieres que me ponga vestido? ¡Qué oso!

—Ningún oso, es tu cumpleaños. 

—Veremos películas. Pensará que estoy loca. 

—Me echas la culpa. Por favor, hija, dame ese gusto. 

—Es un vestido escotado. En serio mamá. Es mi cumpleaños. Solo por hoy deja que me vista como quiera. 

Pilar hizo un gesto de súplica con la cara. 

—Por favor, ¿sí? -Juntó las palmas en señal de oración-. Estarían los amigos del hermano de Karen. Un par de ellos, según la chica, estaban cool.  «Despreocúpate, Pilar, te aseguro que ahora sí elegirá al indicado».

 Ella tuvo a Fernanda a los veintidós. Al paso que va, su hija no le dará los nietos que tanto sueña. El tic tac del reloj en la cocina le produjo ansiedad.

—Está bien, llevaré un cambio de ropa en la mochila para cuando no aguante las burlas de Karen. Y… la sudadera puesta. 

—Bueno, pero mete un saco por si decides quedarte con el vestido.

—Olvídalo. Ni tengo. Jamás he usado uno. 

Pilar tomó una caja con moño que tenía guardada en la alacena. Extendió los brazos. 

—¡No, mamá! ¡No insistas!

Karen la recibe con globos y un letrero colgado: Feliz cumpleaños Fernanda. La sorpresa es doble al enterarse de que la fiesta fue idea de su madre. 

—Quién fuera tú, mi familia jamás me organizaría una fiesta de cumpleaños con amigos. 

Fernanda sonríe. No puede ocultar que se siente halagada. Karen tuvo la cortesía de no mencionar la solicitud de Pilar: «Invita chicos que sean buenos prospectos para mi Fer». 

No le pareció mal que se preocupara por su hija. Total, si alguno de los chicos le agradaba, tenía la certeza de que valían la pena. Tal vez Fernanda por fin encontraría al hombre de sus sueños. El asunto del matrimonio le tenía sin cuidado, pero nunca la había visto feliz al ponerse de novia. A diferencia de Fer, Karen era una romántica. Para darle la sorpresa, la invitó a ver películas de los noventa.

Mujer bonita, Ghost, Titanic…   

—¡Qué ñoña eres! ¿Titanic otra vez? Me tendré que quedar hasta el lunes para que nos dé tiempo.

—Y una más…

—Noooooo, olvídalo, es mi cumpleaños. 

—Por favor, por favor, por favor, sabes que amo a Keanu Reeves.

—Y yo a Charlize Theron, pero esa película desborda chantilly. Nos dará diabetes. Además, no es noventera. 

El hermano de Karen y sus amigos cumplen las expectativas. Todos al unísono cantan la Persiana americana. Al ritmo de Cuando pase el temblor danzan como zombis alrededor de la mesa. La festejada no baila. Arrinconada, cerca de la ventana que da al jardín, ve a una chica fumando al pie del manzano que ha sido testigo de las tardes de juegos con Karen. Sudadera al brazo sale a su encuentro. 

—¿Me regalas un cigarro? 

La chica, que está de espaldas, voltea. 

—Me encantaría. Era el último. -Extiende la mano ofreciendo el cigarro-. Eres la cumpleañera, deberías estar bailando. 

Señala la ventana. Adentro, los chicos saltan por turnos llegando a la fiesta oh oh oh oh te veo besándote con otro. La joven es alta, de cabello ondulado y rubio. Lo lleva recogido en un chongo.

Fernanda posa los ojos en las hebras sueltas que le caen en el cuello. Los dedos de su mano derecha se acarician entre sí sin su consentimiento. Su compañera ladea la cabeza y hace una mueca infantil con los labios. Al tomar el cigarro, Fernanda roza los dedos que lo sostienen. Se estremece. Da una fumada. Percibe la sensación cremosa de los restos de labial. 

—Tienes frío -asevera la chica con los ojos fijos en los pezones en punta de Fernanda-. 

Es el turno de Zoé: 

En el faro de tu amor

En el regazo de tu piel

Me dejo llevar al sol

—¡Es mi favorita! -la joven toma a Fernanda de la cintura y comienzan a bailar-.     

Es que no hay nadie como tú

Que me haga sentir así

En un arrullo de estrellas, ah-ah-ah…

Isabel nota el instante en que los pezones de su compañera de baile se endurecen aún más. No puede saber si la piel erizada significa que aún tiene frío o reacciona a algo distinto. Fernanda siente su cuerpo levitar. Aspira el aroma que escapa de los poros húmedos de aquella piel del color de las cartas que por fin deja de añorar. La sudadera cae al suelo.


Sobre la autora: Mónica Cavazos. Ciudad de México. Escritora. Máster en Escritura Creativa por la Universidad de Salamanca, España. Algunos de sus textos premiados: Impudicia (2019); Devuelta al mar (2021); La rayada es de la suerte (2023); Olor a marchas (2023). Libros recientes: Mujeres hablando y [sobre] Vivir, hilando historias, Corda ediciones; Antología 2023 Poesía FENALEM, editorial Morgana e INTERSECCIONES, antología escrita por siete mujeres que reúne cuento, relato y poesía, innovadora tanto por los diversos tratamientos literarios como su estructura.

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