El baúl del tiempo

Todas las cosas que poseí alguna vez estaban en aquel baúl, envueltas en papel china color celeste ya desgastado por el paso del tiempo, el último color que usamos para hacer papel picado para el festival de invierno 2018. Aquel precioso cofre despedía un olor a gingerbread de la casita de galleta que adornamos esa víspera y que se encontraba intacta, como si el tiempo no hubiera pasado por ella o por los cuadernos y estuches.

Abrí despacio el baúl y comencé a deshebrar historias entretejidas con juguetes, crayolas, pinceles, instantáneas y audífonos. Son demasiados para solo cuatro pares de orejas , pensé. Luego otro objeto llamó mi atención.

Ahí estaba, aquel estuche de galletas que después sirvió para guardar las pinturas acrílicas y acuarelas con las que pasábamos horas pintando, me detuve a observarlo con atención. Hasta que, de pronto… un crujido al fondo del baúl me hizo recordar su falso fondo, ese por el que solía llegar más rápido a cualquier lugar que necesitara, estar en menos de tres minutos en cualquier sitio, ese lugar mágico que, por algún motivo, decidí enterrar en mi memoria.

Te preguntarás, ¿cómo pude olvidarlo?, pues ni yo misma lo explico. La verdad es que era muy sencillo estar a tiempo en las citas con el médico y aparecer tres minutos después comiendo un helado. Sé que suena fantástico, pero algo me hizo decidir olvidarlo. Sí, decidí no usarlo más y ni siquiera recordarlo, incluso dejé de lado sus características, sus posibilidades, el hecho de que su rango de transportación es válido para todo lo que estuviese a máximo cien kilómetros de distancia.

¿Quién querría olvidar tal “súper poder”? Parece que yo…

Lo borré de mi memoria, hasta que en ese reencuentro lo recordé todo de golpe. Aquella mañana del 18 de enero de 2019, descubrí como relámpago las limitaciones de ese baúl mágico. También ahí quise enterrar todo lo que tuviese que ver con este “objeto asombroso”.

¡Con semejante maravilla y no pude llegar a reanimar el corazón de mi padre! ¡No pude estar presente! —.

¿De qué sirve un objeto tan increíble como éste, si no pude evitar que su vida se apagara? , lo pregunté en aquel momento y me lo cuestioné en dicho reencuentro. Pero, esa vez no lloré.

Parece que los objetos y recuerdos ya no eran flechas punzocortantes untadas con veneno, pasaron a ser solo eso, recuerdos, amargos y agridulces llenos de fantasía o cruel realidad, pero al fin recuerdos.

¿Qué hago con este baúl del tiempo? —, dije en voz alta.

Decidí hacer las paces con lo que había arrumbado cual cacharro en esa valija, y me trasladé mediante su fondo hasta un lugar ya conocido para poder comprar mi aburridísimo helado de vainilla, así como el de menta y chocolate favorito de mis pequeños.

Al regresar del paseo en la heladería, continué el recuento de objetos preciados: un micrófono color dorado que en caso de desastre natural lanza un rayo azul seis horas antes de dicho suceso, una cámara fotográfica que solo retrata el color de las auras, y mi colección de lápices favoritos.  

¡Qué poderoso artefacto son esos lápices! Sin pensarlo me dispuse a dibujar lo que mis ojos veían a través de la ventana que tenía frente a mí en esa pequeña habitación citadina: un submarino amarillo con hélices de helicóptero, un príncipe sentado en su pequeño mundo, una constelación en forma de martillo y una estrella color verde que prende intermitente lanzando un mensaje en clave morse el cual me dispuse a descifrar, y aquí sigo.

 


Sobre la autora:
Yediht Cazarín, Boca del Río, Veracruz, México (1984). Estudió Administración de Empresas en el CBTis 79 de Boca del Río, Veracruz. Actualmente reside en California EEUU. Estudia para ser Tarotista Terapéutica y es mesera en dos Dinners. Es madre de tiempo completo, aprender de sus hijos es la mayor experiencia literaria, con la que obtiene gran inspiración y motivación por la vida vista desde la perspectiva de dos seres maravillosos. Tiene como meta a cumplir obtener su diploma de Licenciatura en Psicología, en la universidad de la UNAM en los Ángeles California.
Cuenta con un blog llamado “Lilith Lilith” que anteriormente se llamaba “Soy el Mal” y lo usaba para expresar su opinión con temas como la maldad desde un punto filosófico durante el encierro por pandemia. En la actualidad bajo el título nuevo publica poemas inspirados en su alias “Lilith”, personaje que considera poderosa, menospreciada y difamada, quien ha sido una gran fuente de inspiración.
Gracias a un viaje de incienso de lavanda y té de yerbabuena con crema de vainilla, luego un viaje a la Feria del Libro en L.A. California, tomó la decisión de inscribirse en un curso de cuento íntimo impartido por Marisabel Macías, ahora su profesora de Literatura y parteaguas en su camino como escritora de poesía y cuento fantástico.

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