La carta

Siempre te caracterizaste por sorprenderme. Te me aparecías de forma fortuita en cualquier parte y cuando te alejabas me llegaban noticias tuyas de las personas menos esperadas.

También te especializaste en hacer promesas que no cumplías y aunque yo sufría por eso, la verdad es que no saliste nunca de mi corazón. Simplemente un día, pasaste de ser el amor tormentoso de mi vida, al gran amigo de mi vida.

Fueron más de 20 años de llamadas y mensajes en los que me decías:

– ¿Qué onda flacarraca? – y yo te contestaba: – ¿Qué pex, perro del mal?

Y así podíamos pasar horas charlando de lo que fuera, riéndonos de todo, hasta de nuestras penas.

Sin embargo, otra vez me fallaste. Prometiste que seríamos amigos hasta ser viejitos, ya nos faltaba poco, ¡pero se te ocurrió morirte!

Así que, aquí estoy recordándote, extrañándote y escribiéndote una carta.

¡Es que tu muerte me cambió la vida! Si, ya sé que es un lugar común, pero muy justificado porque resulta que en tu funeral me reencontré con tu compadre después de casi quince años de no verlo. Y siendo honesta siempre me pareció atractivo, de hecho, con gusto me lo hubiera dado si no hubiera sido por mi chingado código de no meterme con los amigos de mis parejas.

Además, los años le sentaron re bien al condenado y he de confesarte que busqué cualquier pretexto para que me diera su número, ¡ah! pero eso sí, primero me cercioré de que estuviera soltero no fuera siendo que en una de esas llegara su mujer y me madreara.

Pero bueno, el caso es que sí me cambió la vida tu muerte, porque el día de tu entierro yo me fui con tu compadre a seguir llorando tu partida. ¡Y órale! ¡Y órale! ¡Y órale! por no sé cuántas horas en un hotel ahí cerca del Panteón Jardín.

Sí, ya sé que estás pensando que soy una cabrona por andar poniéndole los cuernos a mi marido con tu compadre, pero hablando a mi favor, he de decirte que en menos de una semana le di las gracias a mi esposo y lo despaché de mi casa porque eso de las dobles vidas no me late.

Y sí, tu muerte me cambió la vida porque tu compadre resultó ser una fichita. ¿Quién lo viera eh? Tan seriecito que andaba siempre. Hasta caía mal por mamón.  Pero ¡qué escondidita se tenía su doble personalidad!

Resulta que a tu compadre le late ese rollo de las relaciones abiertas. ¡Hazme el favor!

Luego luego que comenzamos a andar me salió con que yo podía hacer lo que quisiera con quien yo quisiera, a la hora que quisiera ¿Lo puedes creer? ¡Bueno! Con decirte que un día que tuve que viajar por trabajo, me llamó en la noche para decirme que era hora de que experimentara cosas diferentes, que me pusiera un vestido lindo y bajara al bar del hotel a ligarme a alguien y que luego le contara cómo me había ido. ¿Cómo ves? ¿Así o más pinche depravado?

La verdad es que no me lo dijo dos veces, y más tardé en colgar cuando ya estaba en el bar ligándome a un argentino al que invité a mi habitación y cuando me estaba dando de a perrito, agarré mi celular y que le mando un audio a tu compadre diciéndole entre gemidos que ¡me había ido muy bien con el experimento!

Y ¡nombre! Pues de ahí pa’l real ¿quién me viera verdad? Yo bien felizota con el compadre depravado desde hace 3 años.

¿Ves cómo tu muerte me cambió la vida?


Sobre la autora: Mía Sandoval. Nací en el entonces Distrito Federal, ahora CDMX. Tengo 47 años.

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