No sé si la vida es corta o demasiada larga,

Mientras exista un camino donde mis huesos puedan caminar y me permitan

encontrarme,

En una casa que me he inventado,

una nueva,

indestructible,

Donde dejé de ser evanescente y fugitiva de mí misma,

Para poder tener ese encuentro conmigo y sucedió la magia.

Volví a mí,

Como único camino disponible,

Y me recibí,

me abracé,

me acaricié,

me besé y me perdoné.

Grité mi nombre en voz alta y me encontré,

Me tuve otra vez,

me tengo.

Dejé de insistir, en donde no era mi hogar,

Donde no habrá lo que buscaba,

Dejé de buscar en sillas ocupadas.

Dejé de poner los ojos y la esperanza en corazones que no querían latir a lado

mío. Y en el jardín enterré cuentos de príncipes,

Que venían acompañados de un “te amo” teñidos de mentiras.

Decidí vomitar las efímeras mariposas de alas rotas,

Ahuyenté los fantasmas disfrazados de ojeras por él,

Anhelos no consumados.

De promesas suspendidas en el limbo

De los casi, pero no de los suficientes,

De amores que hoy son pasado con recuerdo a sabor a café.

Y sustituí a las mariposas por comida y aprendí

que la comida no solo nutre el cuerpo.

También me llena de recuerdos, indómitos y fieros,

En aquel rincón invisible,

Muy dentro de mi dónde me encontré,

me acepté paso a paso.

Un día a la vez,

Hoy, mañana, siempre encontrando un camino hacia mí.

Porque ese es el milagro de mi victoria

ser esa mujer,

la de ahora.

La que ayer me desconoció,

la que lloró océanos,

Hasta que mis conductos lagrimales quedaron secos,

La que tenía ansiedad,

Por una mente que no se detenía.

Por pensamientos que no son silenciosos,

Así que dejé de tratar de silenciarlos dejando que mi corazón palpite,

Y mi sangre hierva.

Porque entre mi angustia fue lo que me enseñó a amar,

a ser humana,

frágil,

vulnerable,

Yo soy la que me dice que:

Escriba,

mientras la mujer y la niña se abrazan para recordar y sanar,

He muerto y he renacido en una niña salvaje,

La que aprendió a decir “NO” y esta vez sin culpa,

A recorrer mi camino con coraje,

A dejar que hablen por mí,

A la que no le aviva cualquier leña y no arde con cualquier fuego.

Encontrando en mí esa fuerza mayor,

Que me sostiene y contiene cuando estoy así de perdida,

Que me ayuda a encontrar mi luz y mi fe,

Buscando el camino guiándome de las estrellas en medio de la

tempestad,

Para no perder de nuevo el camino, voy a mi propio ritmo,

Dejando atrás lo insostenible.

Me doy el permiso de tener el cabello despeinado,

La cara sin maquillaje,

Hoy puedo arder en mis propias llamas y renacer mientras me recuesto mirando

hacia al cielo azul intenso,

Sintiendo que el aire me eleva usando mis propias alas,

Y descubriéndome a mí misma.

Por qué solo yo sé que todo inicia y acaba dentro de mí,

Desnudo mi sentido buscando el roce de mi cuerpo marino

Y comienza la danza,

Un canto de mujer que se aferra a la vida,

Cuando palpita el amor que suspira en mi vientre,

Incendiando este centro que emana el silencio

Y entonces habla

Y mis aguas desbordan según mi deseo,

Haciendo un sueño infinito,

De mi piel desnuda donde me hice un lienzo y dibujé con mis yemas un paisaje,

Para vivir la esencia,

Sin miedo a perdonarme jamás,

Me hago silencio que escucha soledad y que acompaña

Fuego en el frío,

Dibuje una sonrisa sobre mis labios resarcidos,

Soy la que llora y canta,

Porque por fin llegué al punto de encuentro,

Sin miedo a perderme jamás.

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Sobre la autora: Bibiana Carmona Monsalvo (46 años). Madre de tres hijos, narradora oral desde hace cinco años. Ha participado en Faro Tláhuac en los sábados de narraciones orales, así como en la Feria Internacional del Libro del Zócalo (2018), en las Jornadas por las lecturas en escuelas primarias, y en la IV Feria Internacional del Palacio de Minería. Es autora del relato “Carta a mi madre” publicado en la antología “[Sobre]Vivir. Hilando historias” de CORDA Ediciones 2023.

Ilustración: Gigi Rosado